El entorno laboral en México continúa transformándose y exige que las empresas se adapten con anticipación. Para 2026, el salario mínimo general aumentará 13%, alcanzando los $315.04 pesos diarios, mientras que en la Zona Libre de la Frontera Norte el incremento será de 5%.
A la par, se confirmó un cambio estructural que marcará la próxima década: la transición hacia una jornada laboral máxima de 40 horas semanales entre 2027 y 2030. Ambas medidas son parte de un proceso más amplio para mejorar el bienestar laboral y alinear al país con prácticas internacionales.

Para las empresas, estas modificaciones representan desafíos… pero también oportunidades.
El incremento salarial no solo afecta a quienes ganan el mínimo. En muchas organizaciones se genera un “efecto cascada”:
Aunque la reducción a 40 horas comenzará hasta 2027, las empresas deben iniciar desde ahora un análisis detallado de:
La transición escalonada hacia 2030 permitirá a las organizaciones rediseñar su estructura interna sin generar disrupciones.
Una jornada más corta no debe traducirse en menor productividad. De hecho, muchos países con jornadas de 40 horas o menos mantienen altos niveles de eficiencia, gracias a:
Este cambio, bien gestionado, puede convertirse en un catalizador para modernizar la operación.
Las empresas que se adelanten no solo cumplirán la legislación, sino que podrán aprovechar una ventaja competitiva:
Invertir en cultura organizacional será esencial para aprovechar este nuevo entorno.
La implementación de estas medidas debe ir acompañada de una estrategia de comunicación clara:
Mantener una comunicación precisa fortalece la confianza interna.
Para prepararse de manera efectiva, se sugiere:
El aumento al salario mínimo y la ruta hacia las 40 horas no son simples ajustes legales. Representan un cambio profundo en la forma en que México concibe el trabajo, la productividad y el bienestar laboral.
Las empresas que actúen únicamente por obligación tendrán mayores costos, fricciones y ajustes de última hora.
En cambio, aquellas que vean estos cambios como una oportunidad para modernizarse, optimizar procesos y fortalecer su marca empleadora, estarán mejor posicionadas para competir en un entorno cada vez más exigente.
Adaptarse no es opcional. Hacerlo estratégicamente puede marcar la diferencia.